jueves, 24 de abril de 2014

GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CRISIS DE LA UNIÓN EUROPEA

Sobre la génesis, evolución y crisis de la Unión Europea.

La más primaria, poética y reaccionaria de todas las posibles interpretaciones nos remonta al Imperio Romano, a la Ley de Ciudadanía y al emperador Caracalla (año 212). Después fue el conquistador Carlomagno quien recuperó la idea de una Europa unida, seguido de Carlos V y Napoleón (todos coincidentes en parecidas espurias ambiciones).

La segunda, ideológicamente idealista, políticamente conservadora y capitalista en lo económico, asegura ser el resultado del pacifista humanismo tras la masacre de la II de las Grandes Guerras continentales y en evitación futura de otras confrontaciones bélicas, destructoras de seres humanos, de bienes naturales y productivos y de la economía global, en fin. También por el temor a las armas nucleares y en el loable interés de lograr esa Europa neutral, equilibrada y pacífica; es decir: conseguir una ciudadanía europea, basada en la equidad entre los Pueblos y una prosperidad socioeconómica común.

La tercera versión, socialdemócrata, diferenciadamente democraticista y keinesiana; sobre todo insistente en los poderes parlamentarios europeos establecidos. Esta otra vía viene a aplicar el social-liberalismo, tratando de movilizar a la ciudadanía democrática en impedimento de la reacción conservadora.

Y la cuarta y última reflexión analítica afirmaría que la historia de la Europa de la Unión, no es más que el producto de la múltiple contradicción capitalista: contradicción económica, político-estatal y a escala mundial, cuyo compendio es el simple resultado de la feroz lucha de clases y de la de los pueblos opresores sobre los pueblos deprimidos.

El camino futuro de esta Unión Europea, por tanto, dependerá del lado en que en cada momento se incline la balanza entre estos dos tan antagónicos, irreconciliables y desde luego incompatibles intereses.

La evolución del capitalismo europeo (motor real que nos ha traído hasta aquí) deviene de un largo período, pudiendo datarse desde el tratado de Wetsfalia, del Congreso de Viena y de los Tratados de Teherán, Yalta y Postdam.

Los victoriosos países han venido imponiendo sus muy particulares condiciones en dichos acuerdos, otorgándose preeminentes puestos en el concierto internacional; por sus más "boyantes" economías, por la fortaleza de sus monedas y por el prevalente proteccionismo interno y su mayor influencia en los mercados mundiales.

Las potencias europeas coaligadas a Alemania a partir del Tratado de Maastrich, han acordado un abanico de exigencias a los países de la Unión más deprimidos, incrementadas hasta lo insoportable desde la provocada instauración de la actual crisis económica (sobre todo hacia el Cono Sur) para aumentar su propio poder respectivo y romper, definitivamente, con las sufridas conquistas obreras y populares europeas.

Este es el lamentable presente y el incierto futuro a la vista. Contemplamos, aterrados y razonablemente coaccionados, las aparentes insalvables diferencias entre los países del Norte y del Sur continental. Comprendemos, y lo peor, hasta llegamos a asumir como razonable, la permanente amenaza de nuestros dirigentes europeos que cíclicamente, como si de cambios estacionales se tratara,  nos imponen nuevas y peores medidas restrictivas que van imposibilitando, cada día un poco más, el libre desarrollo de nuestras vidas, endeudando nuestras precarias existencias y el desesperanzado devenir de nuestros hijos.

Y es por ésto, por lo que no me importa insistir, una y otra vez, en la  crucial importancia de estas próximas elecciones europeas. En clamar a las conciencias responsables de mis conciudadanos para que asuman, con la suficiente reflexión, con la madurez que nos ha dado tanta calamidad inmerecida, la obligación de su voto. Pero del voto meditado, contrastado con las indeseables experiencias recogidas. Sin permitirnos nuevos posibles  y tal vez irreversibles errores. Con la seguridad y firmeza necesarias, con inteligencia y frialdad. Para impedir más abusos de los poderosos, por nuestro propio bien y por el de nuestros hijos, que éstos no nos puedan después reprochar posibles dramáticas desidias.

Pero también habremos de recordar que el espectro partidario no se circunscribe tan sólo a la habitual bipolaridad, que existen otras opciones progresistas, limpias de pecado, horizontales, transparentes, cuidadosas del medio ambiente, pacifistas y de izquierdas, que luchan por la igualdad, por la sostenibilidad, por las energías naturales y por el bien común.

Confío en que esta vez sí, seguro estoy de que en esta ocasión los españoles demostraremos haber aprendido la lección, que contaremos con el adecuado poder de reacción, que sabremos defendernos con las armas de la democracia frente a los ufanos "tiranuelos" del poder económico, contra la presuntuosa élite mercantilista que trata de anularnos, de aniquilar nuestros escasos derechos sociales, laborales y ciudadanos, que les daremos merecida contestación a ambición tan desmedida y tan inhumana.




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