Se me pide impresión personal sobre los resultados del pasado sufragio al Parlamento Europeo.
Mi análisis político, carente desde luego de sofisticados ni matemáticos métodos, se limita a lo básico, a lo evidente, a lo prácticamente incuestionable.
A pesar de la sencillez de su interpretación, de lo palpable de sus respectivos y aún sorprendentes, incluso escandalosos escrutinios en cada país producidos, éstos resultados han descolocado, por una u otra razón, a "tirios y troyanos" por lo inusitado e impredecible.
La verdad es que por primera vez desde la creación de nuestra sociedad continental (este mercantilista club comercial), sus pobladores, gobernados por tan "cualificados dirigentes" se han tomado el mínimo pero inesperado interés que la propuesta electoral ofrecía para darnos, esta vez sí, exacto reflejo del auténtico estado de ánimo general que nos invade, para mostrar al mundo nuestro hartazgo, ya en su límite; el justificado y absoluto descrédito que la actual y elitista clase política nos merece; el rechazo visceral que nuestros gobernantes nos provocan, dando nítida y adecuada sanción a tantas y tan dañinas disposiciones que desde la denominada "Troika" europea han infligido a nuestros respectivos países.
Desde décadas, por otro lado, en los más veteranos estados democráticos europeos y más recientemente en nuestro ibérico territorio, el bipartidismo político ha venido imponiendo una aparente inalterable alternancia en sus gobernanzas respectivas, excepto en los más cercanos tiempos con el peculiar caso teutón en su particular y dispar coalición neoliberal-socialdemócrata (ahora tan perniciosamente preconizada como imprescindible conveniencia para el Parlamento Europeo por destacados y orondos vigentes, pero también ya caducados, prebostes políticos).
Los allegados a esta extraña nueva familia dirigente germana, en realidad ni son tan distantes, ni representan rivalidad ideológica práctica, no en balde lo supieron ver en su tiempo los precedentes partidos socialistas europeos, recalcitrantes resistentes a la entrada del SPD alemán a la Internacional Socialista (puerta que ayudó a abrirles, subyugado y agradecido, nuestro ínclito compañero "Isidoro", deudo de su mentor y amigo Willy Brandt).
Es precisamente por esto, por su gran semejanza ideológica y por sus confluentes típicas creencias de preponderancia genéticas (Alemania, pero incluso también Reino Unido) que pueden, con verdadera facilidad, llegar a los consensos que les sean precisos entre sus respectivos más potentes partidos políticos, logrando así un más fluido gobierno en sus territorios caso de considerarlo necesario -flema anglosajona, semejante en ello a la teutona- (lo peor es que hasta "algunos/as" llegan a creerse también dueños y señores del resto del territorio continental).
Lo cierto y positivo en nuestro caso español, es el atrayente nuevo mapa político que nos ofrece esta novedosa perspectiva con la ruptura de tan degradante, abúlica e inmovilista dicotomía partidaria en el poder, que preveo por cierto prolongada y hasta posiblemente irreversible. El daño sufrido por ambas organizaciones (PP y PSOE), merecidísimo y consecuente a sus aberrantes y nocivos respectivos gobiernos, son históricos e irremediables, entre otras causas porque, y a la vista de todos está, han quedado obsoletos y al margen absoluto de la sociedad que pretenden dirigir y de sus necesidades reales.
Se oye no obstante y con insistencia claramente interesada, que el bipartidismo ofrece muchas más ventajas que perjuicios, que hace mucho más gobernable un país. Esto, claro, lo aseguran los hasta ahora grandes partidos. En verdad pretenden enmascarar su más cierta intencionalidad: lograr justificar una mayor autonomía de acción política, airear sus mayorías absolutas como aval suficientemente justificado a sus siguientes y seguras tropelías legislativas, creyendo haber conseguido, con dichas mayorías, una auténtica "patente de corso". En "román paladino", prefieren un Pueblo pacificado, sometido a la omnipotencia del voto democrático, por tanto, obediente a sus aceptados designios, dócil y manipulable por decisión de la indiscutible palabra dimanante de las urnas populares.
Pues bien, ante la nueva realidad, estas truculentas argucias no les valdrán, se verán obligados a cambiar de estrategia, a alborotar sus respectivos "cotarros" y desarmar sus andamiajes ...pero creo que sus tiempos ya han pasado, no llegarán a tiempo, su credibilidad ha prescrito, RIP.
Es, entonces, éste el momento preciso, el idóneo para la verdadera izquierda política española, ahora que nos reclama nuestro Pueblo estamos obligados a salir a la "palestra" a ofrecerle nuestra verdad, a explicarles que sí que es posible conseguirle y conseguirnos un mundo mejor, un mundo más justo, más humanizado, más sostenible y más feliz.
Tendremos que convencer a nuestros convecinos, a nuestros confraternos hermanos, que juntos podremos alcanzar los ideales perseguidos por tan nobles ideologías, que podremos lograr, al fin, una más consolidada sociedad del bienestar, más segura, más libre y perdurable.
Pero para ello hemos de renunciar a ciertos resquemores, a pasados enfrentamientos dialécticos, a dolorosas fracturas personales.
Los auténticos titulares de la activa y pujante izquierda política española han de fundir sus banderas en una sola, nos lo demanda la ciudadanía, hemos de ocupar el liderazgo indiscutible de su partidaria ideología básica ...NO LES DEFRAUDEMOS ... también nosotros.