Desde la llamada segunda generación de países industriales en Europa, España ha sufrido muy variados y frecuentes avatares, por su tardía incorporación a la misma.
De ser prioritariamente abastecedor de materias primas, pasó a productor de bienes industriales. Se retrasaría en casi un cuarto de siglo respecto de los más avanzados países continentales, por tanto, también en insertarse en dicha segunda fase de evolución tecnológica industrial.
Fue entre 1.960 y 1.973 cuando nuestro país evolucionó (durante el llamado "Milagro Español"); pero posteriormente sin embargo, el encarecimiento del petróleo (del que somos absolutos dependientes) y la competencia de la tercera generación de países industrializados, puso de manifiesto las debilidades estructurales de nuestro sistema industrial.
Su trágica y dolorosa reconversión siguiente, llevada a cabo por nuestro propio Estado, se centró obviamente en los sectores más críticos: el energético (carbón y energía hidráulica); el siderúrgico (cinturón del acero, en Vizcaya); construcción naval (astilleros de Bilbao, Ferrol, Vigo y Cádiz); e industria textil y del cuero (Mediterráneo y Andalucía), fundamentalmente.
Este drástico desmantelamiento de nuestro ancestral y más típico tejido industrial (posiblemente justificado y necesario) no parece, aún a día de hoy, haberse llegado a equilibrar -como se pretendía- a suficiente satisfacción de nadie, por lo que entre otras graves inconveniencias consecuenciales añadidas, nos seguimos viendo obligados a una enorme dependencia exterior y a la asunción de unos costos ingentes para el Estado, en el intento de lograr la mínima cobertura de la demanda nacional.
Y todo ello a pesar del reciente crecimiento de oficinas industriales de empresas manufactureras, donde se realizan tareas previas y/o posteriores a la verdadera fabricación (gestión y administración, investigación y desarrollo tecnológico, distribución), muy vinculadas con el centro de negocios, lo que les aleja de la tradicional imagen de fábrica, o taller, así como aumenta la presencia de polígonos y parques industriales, o tecnológicos en las áreas suburbanas, consecuencia de la descentralización productiva.
Aunque el "Programa de Ayudas a la Reindustrialización" (Ministerio de Industria y Energía) intenta jugar un papel importante en el desarrollo social del conjunto nacional mediante la creación de nuevo tejido industrial, o adaptación del existente, aún queda un largo camino por recorrer para alcanzar el deseable nivel de reestructuración y reconversión que en verdad precisamos.
Sin embargo, sorprendidos y hasta asombrados, observamos que otra rama de la industria española, la del armamento, crece exponencialmente sus exportaciones de forma imparable.
En estos momentos y según estadísticas oficiales, España vendió armamento por valor de 3.908 millones de euros en el pasado año 2.013 (aviones de transporte de tropas y de patrulla marítima, repuestos de cañones antiaéreos, lanzagranadas y munición, bombas de aviación, morteros, recambios para carros de combate, etc); una larga lista que vino a duplicar las exportaciones bélicas del precedente año.
En la última década la venta de armas de nuestro país al extranjero se ha multiplicado por diez y la tendencia, como ya hemos dicho, es claramente alcista.
El Centro Delas de Estudios para la Paz señala que en 2.012 se autorizaron ventas por valor de 7.695 millones de euros, y el pasado año por valor de 4.321 millones (dichas autorizaciones se harán efectivas durante los próximos años).
Más de un tercio de estas exportaciones españolas se realizan a países del Golfo Pérsico. Nuestra legislación nacional prohíbe exportar armamento a lugares donde pueda utilizarse para la "represión interna", o la "violación de derechos humanos", hechos que Amnistía Internacional denuncia como habituales en países como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (nuestros dos principales clientes por volumen de compra y que son, además, gobiernos que apoyan a los grupos armados en la guerra Siria).
Pero nuestro Ministerio de Defensa no está sometido al control parlamentario, por tanto las exportaciones de material militar han de rendir cuentas a través del Secretario de Estado de Comercio, dependiente del Ministerio de Economía y Competitividad (denuncia el Centro Delas). De esta forma se mantiene al margen de los controles democráticos la política de fomento de las exportaciones de armas y se oculta su importancia a la opinión pública.
Pues bien, a la vista de todo lo dicho y dada la cruda realidad actual, la evidente penuria industrial general nacional y, por tanto también nuestra consecuente e inevitable gran dependencia externa, me pregunto si no sería más razonable tratar de reconvertir esta otra potente industria propia, la del armamento, en fabricante de aquéllos otros productos que nos son más necesarios, la de los de mayor demanda interna, de productos con verdadera utilidad social, homologables a los que nos vemos obligados a importar y capaces de su propia competición internacional a semejante nivel de cualificación y obtenidos con modernas tecnologías (con las que se supone ya contamos).
Ahorraríamos elevados costes al Estado, evitaríamos reticencias y sospechas internacionales degradantes para nuestra credibilidad como nación y ganaríamos en independencia, prestigio y respeto.
Me parece, pues, absolutamente legítimo pedir a nuestros representantes institucionales y a nuestros políticos luchen por la transmutación práctica de este sector industrial, el del armamento, por otro pacífico, más útil para todos, más doméstico y más sostenible.
Ejemplos tenemos, pero al contrario: Alemania, Francia, Estados Unidos y algún otro país, reconvirtieron, y con gran rapidez, sus producciones habituales, de uso social, por armamento y maquinaria bélica (para atender las demandas urgentes de este tipo, surgidas durante las dos Grandes Guerras).
En este caso nuestro sería hacer lo mismo, pero al contrario ...Si en las otras dos ocasiones fue posible, ¿qué nos lo impide en este otro crucial momento para nuestro tan necesitado país?.
Mediten debidamente, por favor, los citados responsables ... Siempre hay tiempo de rectificación ... aunque desafortunadamente en este caso, cuanto más se tarde en ello, mayor número de muertes habrá, pues para eso precisamente fueron inventadas las armas ...