Todos estamos reconociendo la inevitable caducidad de múltiples articulados de nuestra Constitución de 1.978, los unos por ya trasnochados, los otros desgraciadamente por meramente voluntaristas.
Como consecuencia, comprobamos la imperativa necesidad de suplirla por otra democrática alternativa en aras a una mejor y más eficaz defensa de nuestros mayoritarios intereses.
Este actual trance se presenta además dentro de una gravísima crisis económica, institucional, territorial y hasta de credibilidad representativa.
Observamos insostenibles, imperdonables y repetitivos corruptos comportamientos (y no todos llegan a ver la luz) desde prácticamente las más altas instancias estatales. Desde la propia Casa Real, pasando por destacados miembros de gobiernos autonómicos, ayuntamientos, partidos políticos mayoritarios, sindicatos de clase, amplios sectores económicos y muy determinantemente en el manipulador área financiero.
Las oficiales encuestas en nuestro país nos revelan la espeluznante cifra de seis millones, aproximados, de parados (muchos de ellos sin prestación ninguna, ya); un panorama de laminación gravísima de nuestros derechos sociales (Sanidad y Educación, los más sangrantes pero ni mucho menos los únicos) como "más imaginativa" solución a la aplastante crisis económica actual, provocada, más que plausiblemente, de forma intencionada por los poderosos de siempre; la drástica y "legalizada" reducción salarial general de los españoles con la "suerte" de trabajar; la suma de tanta aberración nos está llevando a una situación de miseria, de bolsas de hambre, de familias violenta y definitivamente desalojadas de sus hogares, de jóvenes sin futuro alguno; ... y por muy insultante contraste observamos otra clase de estadística: un significativo aumento de la brecha entre ricos y pobres.
La palpación viva de esta confrontación social, generada por la clásica casta dominante y apoyada por su afín tribu europea, conformante de la Troika dirigente, está involucionando a nuestras democracias (prioritariamente a los sureños estados continentales).
Respecto de España, vemos la desfachatez prepotente de nuestro "electo" equipo de "desgobierno" con la imposición de sus exclusivas y muy particulares leyes, bastante de ellas instauradas a través de estrictos Decretos de Ley. Eliminación de múltiples derechos laborales y ciudadanos y aberrantes e inaceptables propuestas legislativas, tales como la bien denominada "Ley Mordaza" y el obsceno intento de rectificación de la actual Ley del Aborto.
Todo ello nos va insoslayablemente retrotrayendo a un modelo de Estado centralista y autoritario, a imagen y semejanza del autocrático e insoportable régimen franquista ... tan idealmente imitable para muchos de nuestros actuales gobernantes. Hasta los propios medios informativos están siendo condicionados, manipulados y secuestrados; sujetos al libre antojo y como defensa y enmascaramiento de la bochornosa verdad que ocultan los poderosos de siempre, verdaderos causantes de los desastres presentes.
Este crítico panorama general está levantando a una gran parte de nuestra ciudadanía que se manifiesta, una y otra vez, incansable, a través de partidos políticos y sindicatos, pero también por medio de muy innovadoras fórmulas alternativas: las llamadas "mareas" que se suman a la lucha, vehementes, con la razón por bandera, de forma activa y realmente riesgosa, frente a brutales deshaucios, privatizaciones de los sectores sanitarios y educativos públicos; contra el intento de abusos como el de Gamonal, contra la subida tarifaria del transporte en Barcelona, en inaceptación de la detracción fáctica y unilateral de las pensiones, a favor de los parados del Baix Llobregat, del injustificado ERE de Coca-Cola ...
El significado de toda esta protesta viene a propiciar, a evidenciar, un novedoso y optimista protagonismo popular, inaudito desde hace décadas; a mostrarnos la posibilidad, el derecho a un renovador proceso histórico en defensa de nuestros inalienables derechos sociales y por el ansia de un nuevo modelo de Estado democrático.
Y deberá ser por todo ello, porque tenemos la obligación de identificar a nuestro auténtico enemigo de clase, a nuestro cruel rival político, causante de nuestras mayores desgracias vitales y generador de tanta desesperanza futura generacional y a enfrentarle con el necesario vigor y posibilidades de victoria, por lo que se hace tan necesaria la unión (puntual y transitoria, pero formal y vigilada) de la izquierda política española.
Necesitamos ineludiblemente de la empoderación ciudadana para lograr, nosotros (los verdaderamente más interesados), una auténtica democracia social y de derecho a través de un proceso constituyente que nos conduzca a la final consecución de la III República Federal Española, popular y laica.
Una República realmente mayoritaria, que no genere dudas, una República que borre de una vez y para siempre, todo tipo de privilegios (ni institucionales, ni familiares), que sepa despedir a la monarquía borbónica con cortesía y respeto (aunque probablemente inmerecidos); una República que sume las voluntades de millones de ciudadanos libres; con diferentes pero siempre democráticas ideas; de distintas organizaciones políticas y sociales, pero confluyentes ante este tan anhelado modelo de Estado.
Un Estado donde se renueve y actualice una más moderna y dinámica Constitución, que esté más a favor y acorace mejor nuestros prioritarios derechos sociales, económicos y democráticos; un Estado verdaderamente elegido mayoritariamente por sus ciudadanos, indudablemente soberano, independiente de los dictámenes de la Troika europea de turno, de la manipulada OTAN y de la inconveniente, a veces, influencia de EE.UU. Es decir, una vanguardista y ejemplarizante República Federal Española.
Desde EQUO, desde luego, estamos en éllo.
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