martes, 8 de marzo de 2016

PREGONEROS DE PACOTILLA

Aunque de origen diverso, ¡cuánta erudición en nuestro refranero!.

En estas últimas pero ya numerosas agitadas jornadas políticas venimos registrando multiplicidad de intercambios recriminatorios, acusaciones de pesado calado, malsonantes vocablos barriobajeros y hasta graves personales epítetos.

Nuestro rico Diccionario de la Lengua nos ofrece posibilidades cuasi infinitas para describir y expresar, desde nuestros más íntimos y nobles sentimientos de amor, hasta el más horrendo y deshumanizado adjetivo imaginable.

"Calumnia que algo queda", nos dice uno de los más usuales refranes castellanizado (paremia de origen latino: Bacon); contrario al que nos asegura: "cuando el río suena, agua lleva".

Es decir que, como el "Don Tancredo", Don Mariano, nos recordó el otro día: "nada es verdad, ni es mentira, sino del color del cristal conque se mira" ...

Pues bien, lo que nos traduce el poso recogido tras el "¡Cuán gritan estos malditos!" donjuanescos, lo que de limpio resta tras la separación de la paja, la verdadera "chicha" que no ofrece vuelta de hoja, es que los verdaderos gerentes del PSOE (baronías y secuaces) han agostado, han vaciado el contenido etimológico de sus originarias honrosas siglas. Ni el partido que dirigen es, ya, obrero, ni mucho menos socialista.

El vellocino del poder y del dinero, los veleidosos cantos de sirenas, han subyugado a sus pilotos; en lugar de taponarse los oídos (caso homérico), se han venido a obturar cualquier posibilidad de contrición... no digamos de arrepentimiento y rectificación.

Mi deteriorada memoria, apenas resistente aún, me evoca aquél por entonces estimulante precepto: "la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos". ¿Dónde quedaron aquéllas luchas obreras?; y sobre todo, ¿en qué cuneta abandonamos nuestra supuesta conciencia y solidaridad de clase?.

¿Qué han hecho de tí, otrora emblemático y honorable PSOE, ¿quo vadis?.

Reitero, de nuevo, lo que en alguna ocasión reproché a Isidoro en su ya entonces emergente claudicación: "no tenéis derecho, ningún derecho a transmutar este partido; cread otro, os es legítimo, pero no enfanguéis éste".

Falacia tras falacia, un burdo planteamiento tras otro, estos últimos días hemos sido espectadores de un mal teatrillo de comedia. Sus mejores actores, no obstante, y también más sinceros, los representantes de Ciudadanos: reconocen su DNI, y abiertamente confiesan sus neoliberales medidas propuestas; esto sí, a lo moderno, sin los clásicos y obsoletos "tics".

Los podemistas, por su parte, se repliegan salvaguardados por una supuesta pureza de sangre, ambiguos sin embargo y como les es común (ni "mosca, ni "gusano" para su pesca en estas revueltas aguas, sin distinción de especie).

Por mucho que los unos y otros actores traten de convencer al "patio de butacas", la única ciencia exacta, la aritmética, sí que podría llegar a adicionar el número suficiente de "delegados públicos" de izquierda en el sacro-santo Hemiciclo parlamentario ...y, claro que sí, y aún resultaría más fácil, fortalecer la clásica derechona hispana ... para nuestra sempiterna desgracia, así nos resultó mucho más domésticamente reiterativo.

¡Ah!, pero olvidábamos la inexorabilidad de las puñeteras líneas rojas; esas irrefutables, aunque invisibles y herméticas fronteras, "conditio sine quanom" que se antepone previamente en cualquier mesa negociadora que se precie; en el fondo y las más de las veces, mero tapón justificativo de la casi siempre cordial y amistosa ruptura.

Pero lo que es insoslayable, lo realmente subyacente, es la derechización incuestionable del PSOE y su típica y tópica tibieza políticas, así como el inconsecuente empuje, a empellones, de los podemistas, irracional e inaceptable. 

Todo ello nos conduce a su irreconciliable homologación y a la imposiblidad del mínimo entendimiento entre ambos; es decir, en "román paladino", al fracaso, al menos potencial y por el momento, de la izquierda en nuestro país.

Pero como hasta de las derrotas se aprende, o así debería ser, tal descarnado desenmascaramiento mutuo tendría que servirnos de dolorosa, pero positiva lección ante la plausibilidad de inminentes nuevas elecciones generales.

Confiemos en ello ...




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