Trias politica (separación de poderes) "es una ordenación y distribución de las funciones del Estado, en la cual la titularidad de cada una de ellas es confiada a un órgano, u organismo distinto ...es uno de los principios que caracterizan el Estado de Derecho moderno". -Wikipedia.
No me canso de repetirlo: la Ilustración europea no hizo "parada" en España. Su felona monarquía de turno lo impidió; un incremento cultural en sus "dominios" le habría sido contrario a sus muy particulares intereses.
La Ilustración francesa (Siglo de las Luces) tan cercana como peligrosa, significó para España el "Siglo de las Sombras" -otro más-. Ilustrados filósofos como Montesquieu, Voltaire y Rousseau, junto a otro más de un centenar de colaboradores, compendiaron en aquélla época la célebre Enciclopedia francesa, editada por Diderot y D'Alembert (1.751-1.766) y que ya recogía, entre otras fundamentales enseñanzas, la pertinencia y sus porqués de la separación de los poderes de los Estados modernos; edición evidentemente prohibida en nuestro todavía "inmaduro" país.
Mientras esto ocurría a muy pocos kilómetros de la frontera pirenaica, los escasos ilustrados españoles que, ilusos, llegaron a confiar en que fuera la propia Corona la impulsora de la modernización cultural, social y económica, pudieron muy al contrario comprobar, incrédulos y sorprendidos, cómo ésta utilizó sus propuestas para lograr que su poder fuera -aún más- incontestado y sin ningún tipo de cortapisas (no eran admisibles aquéllas reformas, toda vez que pondrían en riesgo la estabilidad "conveniente" para el perfecto mantenimiento del entramado del ancien régime).
Es decir, que la campaña reformista de los ilustrados tuvo que detenerse ante los privilegios de las clases dominantes, ante las estructuras del régimen absolutista y ante los anatemas de las autoridades eclesiásticas.
Aunque el absolutismo monárquico pertenezca a pretéritas épocas de nuestra nociva historia, la ancestral ausencia pedagógica jurídico-estatal española hace que todavía a la presente data no nos es posible demostrar una verdadera separación de poderes en nuestro supuesto democrático Estado.
Esta ya no tan joven práctica democrática hispana (en realidad partitocracia), viene desde el principio, sufriendo una evidente perversión, en este particular caso en aras al intento -permanente- de controlar el Poder Judicial desde el Ejecutivo, objetivo que hasta ahora tan solo ha estado al alcance y en manos de la derecha política.
Cuando no se respeta la independencia judicial, cuando se pretende influir en los nombramientos judiciales, se incumplen las promesas electorales y se quebrantan los derechos y garantías esenciales de la ciudadanía.
A pesar de los varios previos intentos legislativos por parte de la supuesta "progresía" política -en su turno de mandato- cambiando los métodos de elección de jueces y magistrados, ahora mismo reivindicado, sin miedo, por el neoliberal Gobierno actual (que la mayoría del órgano de los jueces sea elegido por el propio Poder Judicial), lo cierto es que con ello no llegaría tampoco a conseguirse el suficiente ideológico equilibrio de fuerzas en su seno.
Tal vez (solo tal vez) cabría alguna posibilidad de acercar cierta equiparación numérica representativa en nuestra máxima Institución Judicial si se lograra fuera el Parlamento quien eligiera a sus miembros (supuesta y teórica capacidad de soberanía popular).
Esta sería otra más de las posibilidades a nuestro alcance, real, en las inmediatas oportunidades electorales que el horizonte próximo nos ofrece ...¡ OJALÁ NO LO DESAPROVECHEMOS!.
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