... Henos al fin aquí, en la meta de la primera y más espinosa etapa. Henchidos de merecido orgullo superamos aquéllos aparentes insalvables escollos, esa ponzoñosas trampas de nuestro común enemigo, obviamos sus tétricos y tremebundos augures, y hemos dejado en vergonzosa evidencia sus auténticos aviesos y arcanos objetivos.
Para sorpresa de extraños y no tanta de propios, demostramos con el espejo de los hechos, que la fortaleza y el poder de la razón supera amenazas, permite desoir la cobarde, artera y caciquil coacción, y provoca el final desenmascaramiento de los que continúan creyéndose amos de personas y haciendas.
Y es ahora, en estos históricos e inéditos momentos que nos encontramos ante ciertas incalculadas encrucijadas. Por vez primera nos vemos irrumpiendo, con todo el derecho legal y en posesión del más impecable aval democrático, esa tan ansiada arena política, compitiendo de igual a igual con nuestros más enconados enemigos de clase en pro del gobierno consistorial, en aras a ofrecer la tan soñada posibilidad de liberación de nuestros conciudadanos, haciéndoles activamente decisores de sus formas de vida más cotidianas.
Han sido muchos los vecinos que nos han elegido como nuevas y limpias promesas partidarias, nos han preferido destacada y significativamente; nos han responsabilizado en su defensa contra el manido, viejo, desencantante y prepotente bipartidismo español; y nos empoderan, además, para la más inflexible vigilancia y control de sus ya conocidas veleidades de gobierno.
Es por ello que hemos asumido la obligación de acertar en nuestras más inmediatas decisiones políticas, no nos podemos permitir defraudarles. Los posibles pactos grupales asoman ya por las puertas de la negociación inteligente. Conocemos la general conveniencia de ellos y hasta de su plausible postoxigenado acto de higiene, pero también y por contra, sabemos de los riesgos del desgaste de gobierno (sobre todo cuando estos son compartidos).
Tampoco tenemos derecho a olvidar que el "dontancredismo" (el permanente guardián inmovilista), el exclusivo censor, poco aporta finalmente de propia cosecha; poca, o nula evaluación puede hacérsele, si acaso, el subsiguiente ganado reproche a su inacción, a su estatismo despersonalizado y pasota.
Por tanto, nuestra bandera, nuestro "primum movens", debe ser la absoluta dedicación al mejor servicio de nuestros conciudadanos, debe ir dirigida al más escrupuloso cumplimiento de nuestros conscientes y voluntarios compromisos adquiridos.
Y siendo esto así, y desechando taxativa y visceralmente apoyo ninguno a los representantes de nuestros enemigos de clase, nos restan muy específicas y determinantes opciones.
Es innegable y connatural la resistencia de "nuestras tripas" a caminar junto a los consabidos y sistemáticos traidores pseudoprogresistas, desnaturalizadores genéticos de la más noble filosofía ideológica conocida hasta el presente. Pero por encima de nuestra lógica "indigestión" doméstica, deberá prevalecer la amenaza real, viva, voraz y cainita de nuestro más enconado rival, el PP; el cual, desde lustros ya, viene depredando, arrasando a nuestros inermes pueblos, aplastando cualquier conato de protesta ciudadana con sus leyes a medida que blindan y protegen sus aberrantes intereses económicos y de casta, a costa de los socialmente más desfavorecidos.
Habremos de reconocer entonces que a muy difícil encrucijada de caminos hemos arribado. Es ahora, en estos específicos momentos, cuando la coherencia más inteligente ha de imponerse. El interés colectivo ha de imperar sobre los más razonables sentimientos humanos.
Nuestras apetencias anímicas deberán subordinarse al objetivo mayor (que el árbol no nos impida ver el bosque). Estamos presos de nuestras electas obligaciones: no tenemos derecho a defraudar a nuestro Pueblo.
Tomemos, entonces, aire; desnudémonos de todo prejuicio; estudiemos sosegadamente el "campo de batalla". Finalmente, preguntémonos que preferirían nuestros vecinos: ¿limpieza de sangre, o eliminación de sus verdugos?..., o ¿tal vez deberemos preguntárselo a ellos? ...
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